259.- Desde Júpiter

 

259.- Desde Júpiter

Este maestro de pueblo,

machaconamente bueno,

desde Júpiter le canta

a la vida sin recelo.

Oportuno en sus canciones

que abarcan un popurrí,

desde Sinatra a Sabina,

de los Chichos a Machín.

Compañero de tertulias,

de coro y hasta de inglés,

además de ser colega

comparto con él la fe.

Y es que los dos esperamos,

siempre, que gane el Madrid

y dar el grito de gol

que nos alegra vivir.

Este sencillo y gran hombre,

de garganta y voz profunda,

conoce bien y recita

todas las letras con música.

No quiero decir su nombre

por no invertir su copa,

pero quiénes lo conocen

lo saben...por esa copa.

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258.-Silencio en Salamanca

 

258.- Silencio en Salamanca

¡Qué triste está Salamanca

por esta mortal pandemia!

¡Qué solas están sus calles!

¡Cuántos suspiros de pena!

Las personas que se cruzan,

enmascaradas de miedo,

se alejan el uno del otro

por este estado siniestro.

El silencio sube y baja

por sus calles y sus plazas

y se enreda en los balcones

y penetra en nuestras almas.

La calle se siente huérfana

del violinista y su perro,

y otros, que ponían su música

en un ambiente de ensueño.

No se ven los estudiantes

que acudían a la Plaza,

ni a los mayores que, en grupos,

paseaban en las mañanas.

Ni bajo el reloj se citan

los jóvenes en pandillas

que alborotaban la Plaza

en los días de alegría.

Esta situación nos deja

clavados y de rodillas;

lo que ayer era normal

hoy supone osadía.

¡Qué triste está Salamanca

por esta mortal pandemia!

¡Qué solas están sus calles!

¡Cuántos suspiros de pena!

Antes o después saldremos

de esta mala pesadilla

y podremos ver, de nuevo,

la Salamanca encendida!

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257.- Abrazando a mi sombra

 

257.- Abrazando a mi sombra

En la terraza de un bar

está mi sombra sentada.

La dejé allí para siempre

y, desde allí, ella me habla.

Está de cara a la mar

y en el fondo se ve África;

desde ese punto del Sur

con todo el norte a su espalda.

A diario, ella me cuenta

todo lo que allí pasa;

desde la última ola

hasta el bramar de las aguas.

A veces, va por la orilla

como fantasma de nada;

y otras, se queda perpleja

viendo la gente que pasa.

Y me lleva de la mano

y me cuenta las batallas

que vivimos los dos juntos

con el levante de cara.

Cuando viajo hasta el Sur,

nos abrazamos tan fuerte,

que nos fundimos en uno

sin que me duela su muerte.

Allí la dejé de nuevo,

sentadita en la terraza,

viendo la gente que pasa

y cómo la vida pasa.

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256.- Entre los 60 y los 70

 

256.- Entre los 60 y los 70

Cuando amar  sólo era un verbo

y el amor, un sustantivo,

la vida fluía despacio

entre los juegos y amigos.

El mundo era un balón

y un campo donde jugar;

el premio al ganador,

un canto para humillar.

También teníamos la calle

con toda su libertad;

sus cuatro esquinas al viento

de caras, todas, al mar.

Y llegó la adolescencia

y con ella, la pandilla;

el mayor de los ridículos

nos servía como risas.

Llenamos nuestros bolsillos

de historietas y aventuras,

de excursiones al pinar

y de días de locura.

También teníamos un club

con nuestro maestro de baile

y, cada fin de semana,

lo aprendido era aplicable.

Después se cerró la puerta;

cada mochuelo, a su olivo

y cada palo, a su vela.

Bien lo saben mis amigos.

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255.- Mercado de Barbate

 

255.- Mercado de Barbate

Nada mejor que un mercado

para conocer un pueblo.

El mercado de Barbate

sólo verlo es un ejemplo.

Como debajo del mar,

dentro de un copo de pesca,

tú también te sientes pez

y te mueves con destreza.

Todas sus pescaderías,

ricas por sus mercancías,

nos ofrecen sus productos,

todos frescos y del día.

Boquerones de Larache,

y, también, de la bahía;

calamares de potera

y las ricas acedías.

Sardinitas y caballas,

jurelitos de freír,

atún de la almadraba...

Da gusto verlos aquí.

Y, en el techo del mercado,

pintado de azul marino,

peces de grandes tamaños

que parecen estar vivos.

El mercado de Barbate

es uno de los lugares

que refleja en su interior

cómo son sus habitantes.

Nada mejor que dejarte

envolver entre su gente,

perderte entre sus puestos

y disfrutar de su ambiente.

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254.- Retrato de la Alameda

 

254.- Retrato de la Alameda

La Alameda de Cádiz

tiene un balcón

que mira a la bahía,

¡plata de sol!

En uno de los bancos

de su jardín

dos chiquillos se miran,

¡flores de abril!

Pescadores de turno

de cañas largas,

se distraen mirando 

brillos del agua.

Por la bahía cruzan

algunos barcos

que sobre el mar escriben

con trazos blancos.

Y unos niños que juegan

por los jardines

que corren y se esconden

que no le pillen.

Bajo un ficus gigante

de gruesas ramas,

al frescor de su sombra

el día pasa.

Después de muchos años

todo sigue estando igual;

sólo cambia nuestra piel,

no las ganas de mirar.

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253.- Plaza "Las Flores"

 

253.- Plaza "Las Flores"

Cádiz tiene una plaza

de bellas flores,

donde acudimos todos

por sus colores.

Las calles que se abocan

a esta plaza,

llegan todas de bellos

puntos de plata.

Entre flores y olores

hay un ambiente

donde el aire que corre

calma a la gente.

Entre el gentío suena 

una guitarra

que arranca de sus cuerdas

olas de plata.

Y una voz que nos habla

de "La Caleta",

de algo sobre La Habana

y de esta tierra.

Cádiz tiene en su centro

todo un jardín.

En la plaza "Las Flores"

siempre es abril.

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