352.- Día de la poesía
Escribir es reposar
ideas y pensamientos.
Parar el tiempo un instante
sin desespero y con tiento.
Un ejercicio vital
de ordenación mental
para saber lo que somos
y llegar a la humildad.
Al escribir un poema
sopesamos las palabras,
acorde a la temática
y al estado del alma.
Un poema debe ser
jugo de una narración,
un chispazo, un tirón
que provoca una emoción.
-"La noche no tiene esquinas,
ni tiene puertas la mar;
el día es una burbuja
llenita de claridad"
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351.- Piratas con espuelas
Los piratas de la mar
hoy son narcotraficantes,
desafiando a los pueblos,
a agentes y a navegantes.
Su único afán, la riqueza;
no importa a qué precio.
Las espuelas de sus lanchas
asesinan con desprecio.
Y, una vez más, mi pueblo
llora y grita de impotencia.
Los piratas de la mar,
narcos, matan por riqueza.
Los piratas del ayer,
en sus galeones de vela,
comparados con los narcos
son hombres de voz serena.
Ellos surcaban la mar
al acecho de un botín;
en su empeño de abordaje,
conseguían, siempre, su fin.
Los narcos lanzan sus lanchas
ya cargadas con la muerte.
Las espuelas de sus hélices
les hacen más evidentes.
Entre piratas y narcos
hay una gran diferencia;
Los primeros, respetaban;
los narcos, matan sin tregua.
-"¡ Ay, que me lo han matao !"
Grita una voz de madre.
Hay dos agentes muertos
en el puerto de Barbate.
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350.- Campo Charro
Como borrones verdes
hay en el campo;
son las verdes encinas
del Campo Charro.
Entre encina y encina
pasta el ganado,
toros negros de lidia
del Campo Charro.
Las dehesas se extienden
como un tapete
con sus sombras de toros
y encinas verdes.
Como notas graciosas,
garcillas blancas
picotean sin miedo
entre las astas.
Hay toros de colores
de cartón piedra
señalando el camino
a las dehesas.
Sobre esta postal
un cielo abierto
que te invita a vivir,
postal de ensueño.
Campo, Campo, Campo,
de toros y encinas
en el Campo Charro.
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349.- Compartiendo tu sed
Al igual que la paloma,
también nos equivocamos.
Equivoqué mi camino
para llegar a tus pasos.
Me equivoqué de avenida
hasta pasar por tu calle;
me posé en tu tejado
para agarrarme a tu talle.
Y, a tu lado, volé
con mis alas de paloma,
y ,para no errar mi vuelo,
me aferré a tu persona.
Y en ésas estoy; contigo
y con cuánto te rodea,
compartiendo tus vivencias
y sintiéndote más cerca.
"Lo bueno de las estrellas
es que las podemos ver"
Lo bueno de estar contigo
es que comparto tu sed.
348.- Pensando en repetirlo
-"Tengo el pescado vendido
y he fondeado mi barca;
los aparejos de pesca
los he guardado en mi casa"
Ahora, lejos de la mar,
me acuerdo de aquellos días;
de la barca de mi padre
con su gran vela latina.
Los veranos en mi pueblo
me ayudan a valorar
el tiempo con mi familia
y los paseos por la mar.
Mi mirada escudriñante
quiere alcanzar la otra orilla
pensando que, desde allá,
hay alguien que también mira.
Con el viento de levante
y ojos semicerrados,
se tiene la sensación,
agradable, de ir flotando.
Ahora, me queda rumiar.
Pensar en lo que he tenido;
disfrutar de lo que fue
y, de nuevo, repetirlo.
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347.- Navegando entre olas
He visto pasar el tiempo
desde el balcón de mi casa.
He visto llegar las olas,
blancas-negras, a mi playa.
Las blancas eran alegres,
llenas de felicidad;
las negras traían desgracias
y ruidos en su rodar.
Desde el balcón de mi casa
he visto el tiempo pasar
con todas clases de olas,
buenas-malas, de la mar.
Pasaron las más pequeñas,
salpicando por traviesas,
graciosas y juguetonas,
infantilmente nerviosas.
Después llegaron las otras;
aquéllas que te flagelan
la espalda con golpes duros
hasta perder la conciencia.
Luego asomaron las buenas;
las que acarician y danzan
al son de tus movimientos
y tú le bailas a las aguas.
Desde el balcón de mi casa
veo las olas llegar,
blancas-negras, buenas-malas,
todas me hacen navegar.
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346.- Como girasoles
Un campo de girasoles,
como un derrotado ejército,
cabizbajos y harapientos,
parduzcos y casi negros;
que pierde su alineación
y, también, su compostura,
hoy sirve de granero
de palomas que embuchan.
Sus rígidas y verdes cañas
que les servían de sostén,
hoy, apenas, son fantasmas
que no se tienen de pie.
Al igual que los girasoles,
nosotros también perdemos
ese brillo juvenil
cuando llegamos a viejos.
Como ellos, nos encorvamos,
caminamos cabizbajos,
sin aquella rigidez
que tuvimos, hace ya años.
También nos volvemos grises
para ese mundo exterior
de imagen refrescante
juvenil y de color.
Así, como girasoles,
agostados y encorvados,
van pasando nuestras vidas
con los recuerdos de antaño.
Sólo nos queda pensar
que un día amarilleamos
con el frescor de la mar.
Entonces sí que brillamos.
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