217.- ¡Zape, Coco! ¡Zape, zape!
No era un gato maragato,
sino que era salmantino.
Negro como una pantera;
grande, para ser minino.
Sólo su barriga blanca
y sus blancos calcetines
daban la imagen de gato
entre sus otros afines.
Atento a cada ruido,
con su felina mirada,
entra y sale de la casa
como si nada pasara.
Al gato, lo que es del gato:
corral como a los demás.
Pero el muy caprichoso
entra y sale sin llamar.
Una voz atronadora
rompe la tranquilidad:
¡Zape, Coco! ¡Zape, zape!
E igual que entró, se va.
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