64.- Buscando la musa

64.- Buscando la musa

¿No será que la mar

tiene su casa escondida

más allá de la otra orilla?

¿No será que el viento

perdió su camino de vuelta

por una falsa veleta?

Si, ahora, vemos el sol

es porque la lluvia

perdió su razón.

¿Y la luna?...

¿dónde andará?

Bajo un palio de estrellas

corre un galán

en busca de su musa

que se tragó la mar.

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63.- Niña del agua

63.- Niña del agua

La mar tiraba de ella

y la luna la observaba.

En el copo de la playa

la niña se desnudaba.

Todos los ojos del mundo

asomaban por las aguas,

y, entre las aguas, los ojos

hasta sus pies le llegaban.

Un chapoteo de peces,

inquietos por admirarla,

levantaron sus sospechas

de sentirse observada.

La blancura de su cuerpo

sobre la arena mojada

era el lienzo más perfecto

de la fantasía creada.

Luego se oyeron las voces

y, la niña, sin pudor,

justo en la misma orilla

rompía las olas en dos.

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62.- Doña Negra Sombra

62.- Doña Negra Sombra 

Doña Sombra es una bruja

con la carita quemada

que tiene miedo del sol

porque con él se apaga.

Bajo un árbol frondoso

que extiende su negra capa,

vive doña Negra Sombra,

enlutada y apartada.

Cerca del árbol pasó

la niña de trenzas blancas;

doña Sombra se asustó

porque su luz la apagaba.

-¡Vete de mi casa, niña,

que tus cabellos me matan!

Bajo un árbol frondoso

que extiende su negra capa

vive doña Negra Sombra,

con un lunar en la cara.

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61.- Boca de vena

61.- Boca de vena

Su talle, de torerillo,

roto y sin ilusión,

no ve la sangre en su herida.

¡Boca de vena, su amor!

Los brazos lleva sangrando

y la mirada perdida;

sus piernas bailan, temblando,

la trágica danza maldita.

De bar en bar va pidiendo,

calle arriba, calle abajo,

dejando un hilo de muerte

bajo su frac de drogado.

Su talle, de torerillo,

roto y sin ilusión,

no ve la sangre en su herida.

¡Boca de vena, su amor!   

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60.- Ls mar de espuelas negras

60.-La mar de espuelas negras

Los suspiros de la niña

hacen del aire marea.

Los cristales de la mar

llenan su pecho de estrellas.

-No te acerques, marinero,

ni siquiera a la ribera

que los azotes del mar

llevan espuelas muy negras.

Y el marinero se fue 

navegando mar adentro,

hasta besarle la boca

a la mar de sus ensueños.

Y la mar volvió a la calma,

y con ella, a su belleza.

Las olas de la bahía

traen una mancha muy negra.

Los suspiros de la niña

hacen del aire marea.

Los cristales de la mar

llenan su pecho de estrellas.

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