110.- Prendidito de su cuello
Eché las redes al viento
para pescar mi pasado
y hallé a mi madre despierta
sonriendo a mi lado.
Traía todos mis días
en un pañolito blanco
y, en todos ellos, había
chispas de besos y abrazos.
Me vi durmiendo en su cuna,
gateando de su mano,
prendidito de su cuello
y, en su ausencia, llorando.
Me vi, también, de chiquillo
por las calles de mi barrio,
con ella, siempre, de cómplice
como ángel custodiado.
Me vi bebiendo del agua
de los días de sus manos,
hasta blanquear mi barba
repasando mi pasado.
Después vi a un hombre llorar,
sin su ángel custodiado,
como el niño de la cuna
que la llamaba llorando.
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