338.- Valencia
De la Malvarrosa al puerto
hay un paseo de palmeras
y, entre ellas, una fuente
con un barquito de vela.
Era una vela latina,
de las que pinta Sorolla,
justo enfrente de la mar
de la luz y de las olas.
La barquilla de mi padre,
también de vela latina,
se perfilaba a lo lejos
recordándome otros días.
Hicimos una inmersión
en los cuadros de Sorolla;
era todo tan real
que nos sentimos ser sombras.
El revuelo de la luz
en el blanco del pintor
pareciera cegarnos,
protegiéndonos del sol.
El agua, en la inmersión,
nos llegó a los tobillos;
entramos en los naranjos
como entran los pajaritos.
Deambulamos por Valencia;
por sus calles y sus plazas
hasta sentirnos cansados
como turistas en marcha.
La visita a Valencia
tuvo la connotación
que los familiares dan:
sosiego y buen humor.
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