337.- De la mano de la luna
La niña de ojos azules
jugaba, sin darse cuenta,
que los flecos de la luna
galopaba sobre ruedas.
La luna de Federico
colgaba sobre un balcón;
las macetas de geranios
han perdido su color.
En la calle, desierta,
sólo se oían gemidos,
gritos de lamentaciones
por lo que había ocurrido.
Y, en la casa del balcón,
una marea de llantos,
de rabia incontenida
hacia un dios de barro.
¡Ay, mi niña, qué dolor,
sólo tenía diez años
para llevársela Dios!
La niña de ojos azules
anda jugando en el cielo,
de la mano de la luna
en ese mundo de ensueño.
.../...
Chano!!! Magnífico!!! Me encanta toda la ternura que derramas!!!
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