52.- En manos del tiempo
Su camiseta marcaba,
con el junco de su
cuerpo,
un perfecto ángulo
obtuso
con el vértice en sus
senos.
Su aire, desenfadado;
su melena, a los
vientos;
su balanceo de
brazos…
Todo en ella era
perfecto.
Después llegaron los
hijos,
los años y los
nietos.
De su graciosa
figura,
¡son tan bellos sus
destellos!
De la preciosa chiquilla
sólo nos queda el
recuerdo.
Lo que un día ella
fue
lo viene amasando el
tiempo.
No sé si debo pensar
que, a primavera
pasada,
la belleza se nos va.
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