276.- Como cualquier lugareño
A Salamanca llegó
un andaluz, gaditano,
en un barco de papel
con olas de contrabando.
Y allá donde llegaba
dejaba su olor a mar,
no porque él lo quisiera,
lo delataba su hablar.
Llevaba un poemario
lleno de playas y sol
y de un barco navegando
con viento a su favor.
Recorrió todas sus calles,
disfrutó de sus paseos,
bebió, también, en sus bares,
como cualquier lugareño.
Al regresar a su tierra
hablaba de aquel lugar
donde las piedras se encienden,
casi, cuando el sol se va.
Hablaba de una gran plaza
que servía de salón;
dentro de ella, un enjambre
de gente en su mirador.
Hablaba también de un río,
de un ciego y de un tal Lázaro;
de campos llenos de encinas,
y gente de bar y campo.
De estudiantes en la plaza,
de extranjeros deambulando,
conociendo la ciudad;
de la piedra y sus encantos.
En la terraza de un bar,
estoy sentado, dudando,
si mirar hacia la mar
o a la plaza y sus encantos.
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Precioso, Chano. Un abrazo
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