219.- Con puerta, al mar
Anexionada al baluarte
del pueblo, habían construido
la casa donde nací,
frente a un mar de susurros.
Desde la puerta de casa,
mi padre veía la mar,
y, como buen pescador,
sabía si podía faenar.
Después llegaba cargado
de calamares y varios
que nos sabían a gloria
a mí y a mis hermanos.
De las manos de mi madre
y cocinados por ella,
tan exquisitos estaban
que su regusto aún quedan.
Eran días de escasez,
de ir a la fuente por agua,
de verdes cañaverales
y de juegos en la playa.
Tan fuertes son mis recuerdos
que, con apenas cinco años,
aún recuerdo aquella casa
y a mi madre faenando.
Fueron días de familia,
de comer pescado a diario,
de vivir feliz con poco
por tenerlos a mi lado.
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